Ante este panorama, el ministro de Finanzas, Choi Sang-mok, asumió como jefe de Estado interino del país, y en su primera declaración se comprometió a rebajar la tensión política. “El gobierno dedicará todos sus esfuerzos a superar este período turbulento”, dijo.

La Asamblea Nacional unicameral aprobó la moción de destitución de Han con 192 votos a favor y ninguno en contra. Los legisladores del partido gobernante, el Partido del Poder Popular (PPP), boicotearon la votación y se reunieron alrededor del podio donde estaba sentado el presidente de la institución, Woo Won Shik, gritando que la votación era “inválida” y exigiendo su renuncia. No se reportaron actos de violencia ni heridos.
Los legisladores del PPP afirmaban que para aprobar la destitución se requería una mayoría simple de los 300 diputados, y no una mayoría de dos tercios como afirmaba el partido opositor. La mayoría de los funcionarios surcoreanos pueden ser destituidos por el parlamento con un voto aprobado por mayoría simple, pero en el caso de un presidente se necesitan dos tercios. No hay leyes concretas para un presidente interino.
Los opositores acusaban a Han Duck-soo de haber “participado activamente en la insurrección”, después de que su predecesor intentara instaurar la ley marcial el 3 de diciembre, el origen de esta crisis.
En un comunicado, Han dijo que su destitución era “lamentable” pero afirmó que respeta la decisión de la asamblea y suspenderá sus funciones para “no añadir más confusión e incertidumbre”. Esperará una “decisión rápida y sabia” del Tribunal Constitucional, agregó.
Más tarde el viernes, la oficina del nuevo presidente interino, Choi Sang-mok, anunció que había instruido a los militares para que aumentaran su preparación para ayudar a evitar que Corea del Norte malinterprete la situación y lance provocaciones. También ordenó al Ministerio de Exteriores que informe a Estados Unidos, a Japón y a otros socios que su política exterior no ha cambiado.